Los Comités Barriales de Emergencia pasaron de gestionar 200 establecimientos a 355 en sólo cuatro meses. Aseguran que la situación en los barrios es preocupante, donde ya se registran casos y se tuvieron que cerrar cinco comedores.
El hambre en Mar del Plata es el único indicador que no tuvo una abrupta disparada en julio: mantiene, en cambio, un crecimiento sostenido y preocupante desde marzo, según se desprende de los registros de los 33 Comités Barriales de Emergencia.
Pese a las múltiples actividades ya habilitadas en el municipio, desde las organizaciones sociales advierten que la tendencia alcista no se detuvo y que, muy por el contrario, se profundiza día a día.
Este panorama se refleja en los datos que manejan hoy los CBE: mientras que en abril comenzaron a trabajar con cerca de 200 comedores y merenderos, conforme pasaron las semanas el número escaló a 355. El aumento fue del 77% en tan solo cuatro meses.
En cada uno de esos dispositivos, que están repartidos en los cuatro puntos cardinales de la ciudad, se reparten semanalmente unas 40.540 viandas, lo que equivale a un promedio de 114 personas por comedor, aunque en algunos centros comunitarios el número llega a superar las 200.
Lo que sí trajo consigo el mes de julio fueron los primeros casos en barrios vulnerables de la ciudad, que provocaron el cierre preventivo de cinco comedores: cuatro del barrio Las Heras y uno en pleno corazón del barrio Bosque Grande, ubicado en el interior de la parroquia Santa Rita.
En este sentido, en las últimas tres semanas, la preocupación por la situación sanitaria comenzó a escalar casi en paralelo con la demanda alimentaria de las familias que, pandemia mediante, no pueden garantizar un plato de comida en sus casas y tampoco un aislamiento social como recomiendan las autoridades sanitarias. La distancia social no es posible en condiciones habitacionales de hacinamiento. “No es lo mismo estar contagiado en el centro que en nuestros barrios”, remarcaron desde las organizaciones.
Hoy en día, las familias aisladas reciben bolsones de alimentos para los 14 días de confinamiento, mientras que aquellas familias que asistían a alguno de los comedores afectados fueron redireccionadas a los centros comunitarios más cercanos.
Más alimentos
El aumento de personas que demandan asistencia alimentaria en la ciudad también llevó a exigir que se redoblen los esfuerzos desde el Estado.
En un encuentro vía Zoom que mantuvieron con el intendente Guillermo Montenegro, los referentes de las organizaciones sociales plantearon el difícil panorama que atraviesan los barrios de la ciudad y solicitaron que el municipio pase a entregar 20.000 kilos de alimentos frescos por semana a partir de agosto.
Hasta el momento, la entrega que realiza el Ejecutivo municipal ronda los 15.500 kilos, y está compuesta tanto por recursos de la comuna como por la donación de empresarios y particulares de la ciudad.
Ese aporte también sufrió modificaciones con el correr de las semanas. Al inicio de la pandemia el área de Desarrollo Social gestionaba la entrega de 7.000 kilos de alimentos cada siete días, monto que fue creciendo al mismo tiempo que subía la demanda en los barrios.
“Todos los números que manejábamos en el primer mes se corrieron por completo. Los comedores y merenderos se multiplicaron. Hacia el interior, la asistencia, en algunos casos hasta se triplicó”, graficó Rodrigo Hernández, referente de Barrios de Pie de la ciudad, quien aseguró que lo recibido al momento “no llega a alcanzar”.
Otro de los coordinadores de los CBE, Facundo Barrionuevo, también advirtió la necesidad de incrementar los alimentos para poder continuar con la contención social en los barrios. “Es elemental para poder garantizar la tranquilidad de las familias. Vemos con preocupación que la tensión en los barrios es cada vez mayor”, señaló el dirigente.
Según señalaron, la gestión por el aumento de alimentos todavía no fue garantizada, pero lo que sí pudo garantizar en ese encuentro el jefe comunal fue la provisión de kits de limpieza para que todos los comedores.
Es que el aumento de los contagios no solo impacta en la logística y coordinación del trabajo de los CBE, también afecta el ánimo y aumenta el temor entre los voluntarios y coordinadores, que al igual que los trabajadores de la salud, se exponen diariamente para ayudar a los vecinos de la ciudad.
“La cuestión anímica es algo que venimos trabajando en conjunto con la universidad con el programa ‘Cuidar a los que no cuidan’, donde se hace una asistencia y un seguimiento psicológico de las personas que están en la primera línea de contención”, indicó Hernández.
— Las redes comunitarias, claves en la recuperación
Dirigentes políticos y referentes sociales monitorean de cerca la situación social en la ciudad y el país. Las consecuencias económicas de la pandemia son evidentes y la preocupación está centrada en los índices de pobreza que dejará la batalla contra el Covid-19.
Desde Barrios de Pie incluso aseguran que algunos parámetros podrían llegar a ser similares a los de 2001, aunque destacan que hoy hay un factor clave: redes comunitarias fortalecidas.
“Si bien la cuestión social y la pobreza estructural van a quedar muy parecidas a lo que era el 2001 hay un elemento central que es diferenciador y debería ser el signo de recuperación del tejido social que es el rol de las organizaciones populares y las instituciones que trabajan comunitariamente en nuestros barrios”, señaló a LA CAPITAL el referente Rodrigo Hernández.
“A través de las redes comunitarias, que son cada vez más y más consolidadas, se gestan herramientas para el trabajo a través de las cooperativas, por ejemplo”, agregó.